Salimos a las 7:30. Empezamos a hacer cortas subidas y bajadas por sitios donde no ha entrado el sol en años. Está nublado y amenaza lluvia. Llegamos a Portomarin cruzando el río Miño. Pasado este pueblo nos vemos en un determinado momento del camino, literalmente rodeados de vacas. Tenemos que esperar a que pasen para poder continuar.
Los bosques son preciosos. Algunos de eucaliptus. Pero pronto comienza a llover sin parar, lo que nos hace dejar de disfrutar del paisaje aunque no del camino (todo tiene su encanto). Pedalear con barro y agua durante varias horas es cansado pero mucho más entretenido.
Aquí, cuando llueve lo hace de verdad, para ellos (los habitantes de esta región) es normal.
Entre hórreo y hórreo consigo caerme de nuevo. Me prometo a mi mismo que en cuanto llege a Huéscar vuelvo a poner punteras en los pedales de mi bici. Me duelen las dos rodillas. Por cierto, durante la comida nos recreamos más de la cuenta esperando a ver si paraba de llover. Pero al final tomamos la decisión de seguir. Descansaremos en Melide aunque teniamos previsto nuestro final en Arzúa.
Teníamos que lavar y secar la ropa.
Buen Camino.
El CaminoIdílico
La dureza del Camino
Entre vacas.
Río Miño
Portomarín
Hórreo.
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