Cogemos un taxi a las 7 de la mañana en Pamplona que nos transporta hasta Francia. Allí ponemos nuestro primer sello en la credencial del peregrino y comenzamos la interminable subida para atravesar los Pirineos. Nada más comenzar empezamos a hacer amistades, por cierto, infinidad de personas haciendo el camino. Los paisajes son totalmente espectaculares, algo increíble. Hay que visitar los Pirineos.
La subida la hacemos un rato a pié y otro en bici, ya que encontramos unos desniveles descuajaringantes. Los paisajes nos hacen olvidar la dureza de estos primeros 10-12 km.
Cada poco descubrimos no solo vacas, sino caballos y ovejas (por cierto muy distintas a las que estamos acostumbrados a ver por nuestra tierra de Huéscar).
El descenso hasta Roncesvalles lo hacemos por camino mal asfaltado, alcanzando nuestra máxima velocidad (64 km/h), pero duró poco.
Después de sellar y recuperar un poco de fuerzas, seguimos por un camino que se hace superagradable por momentos (bosques de hayas y robles), alternando con subidas que nos obligan, de nuevo, a hechar pié a tierra.
Por cierto en Francia conocimos unos chicos de Burgos que también hacían el camino en bicicleta y hemos entablado una ligera amistad.
Después de casi 6 horas y el ascenso del puerto de Ibañeta, llegamos tra un largo y complicado descenso hasta Zubiri, pueblo precioso, en el cual después de nuestra correspondiente ducha nos damos un paseo por el río Arga y cenamos el clásico menú del peregrino en el restaurante de la madre de Serafín Zubiri (el cantante).
Buenas noches.
Son las 21:39
Río Arga, en Zubiri.
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